lunes, 1 de enero de 2007

Necesitamos creer


Lencería amarilla, lentejas cocidas, comer uvas a medianoche, velas multicolores: son sólo algunas de las múltiples cábalas con que los chilenos, y en general, los habitantes del planeta Tierra esperan buenaventuras para el transcurso de un nuevo ciclo. Aquél que se inicia tras las doce campanadas que señalan la llegada del Año Nuevo.

Encontrar el amor o consolidar alguna relación ya existente son deseos que se repiten, al igual que tener salud, que no falte el trabajo y que el dinero no escasee. Otros sueñan con viajar, para lo cual están dispuestos incluso a tomar su maleta y sacarla a pasear por la manzana, precisamente a la hora en que todos se abrazan.

Las cábalas de Año Nuevo son una tradición que data del siglo XVII, traída por los españoles hasta nuestro continente. En aquel entonces, la Alameda de las Delicias se transformaba en una fiesta multicolor, con ramadas donde no faltaba el ponche, el pavo, y los comensales vestían sus mejores prendas para la ocasión. Infaltable resultaba entonces, la práctica de algunos ritos destinados a llamar a la buena fortuna.

Cuatro siglos después, estos ritos no han perdido fuerza y se complementan con otros, que han surgido en el tiempo. Encender inciensos que llaman al amor, la pasión, la salud, la paz y la alegría es una práctica cada vez más habitual en vísperas de un nuevo año. Poner oro en la copa de champaña garantizaría éxito y prosperidad, o bien, matrimonio. Escribir en una hoja lo negativo del ciclo saliente y luego quemarla, limpiaría el aura, permitiendo iniciar un nuevo periodo ya sin karmas.

Lo cierto es que, independiente de la efectividad o no de estas creencias populares, un año que se inicia constituye una inyección de energía, optimismo y esperanza que se respiran en el ambiente. Es la instancia para revisar lo que se ha vivido, y plantearse metas para los días que vendrán. Es el cierre de un ciclo, que pudo ser o no favorable, para comenzar otro. La oportunidad natural para analizar nuestras vidas y evaluar la satisfacción que éstas nos reportan; si se está en el camino correcto, y si no es así, cambiar el rumbo. Es el renacer nuestro de cada año.

Puede parecer insólito que el simple hecho de cambiar una cifra, un número, en nuestro calendario, represente para la gran mayoría de los terrícolas, un renacer. Pero el paso de un 31 de diciembre a un 1 de enero suele tener esa mística. Para ello nos acompañamos de estas cábalas. Son ritos que nos ayudan a creer. Necesitamos creer, necesitamos soñar. Necesitamos de ello para sentir que tenemos las riendas, las condiciones, las estrellas de nuestra parte, para hacer del nuevo periodo un tiempo maravilloso. Y es quizás esa misma energía la que incidirá mayormente en los eventuales logros. La fuerza de la fe, más allá de la ayuda que nos den las velas, los inciensos, las lentejas o las uvas. Creyendo, somos capaces de cualquier cosa. En definitiva, es un cambio de actitud lo que nos hace poderosos. Ese es el primer paso para la construcción de un nuevo destino.

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