Tuve la posibilidad, tiempo atrás, de trabajar en la hermosa comuna de Puente Alto. Y me enamoré de sus calles, de su aire fresco de cordillera, de algunas de las hermosas villas que circundan la estación Las Mercedes. Allí realicé mi examen de conducir – clase B – teniendo, por ende, la oportunidad de transitar por sus barrios y admirar la belleza de una comuna que más bien parece una ciudad independiente de la capital que integra.
Me habían mencionado aquel cruel juego de palabras, que pretende representarla como un lugar inhóspito: Puente Asalto. Cuando las visitas a esta localidad se hicieron algo cotidiano, casi como un segundo hogar, no fui víctima de ningún asalto. Me provoca más temor transitar por Las Condes o Providencia, por los terminales de buses – donde sufrí el robo de un celular recién comprado – o por el centro de Santiago, sitios en donde los ladrones saben que pueden encontrar incautos portadores de objetos valiosos. En Puente Alto, en cambio, encontré gente de esfuerzo. Clase media; ni tan sencilla, ni tan escopetada. Personas agradables. Nada que difiriera demasiado de mi natal Santiago Centro, ni tampoco de la cada vez más populosa Providencia.
Fui advertida de que las razones que presuntamente justificaban el estigma. Estas son, ni más ni menos, que las mismas que aquejan a otras comunas: ciertas poblaciones, como El Volcán, Nocedal, Carol Urzúa y Bajos de Mena experimentan aquel flagelo social que es el consumo de estupefacientes, mismo que gatilla otras problemáticas, como la delincuencia. Sin embargo, ¿qué pasa con los campamentos de Las Condes o Peñalolén Alto? ¿Qué hay de los barrios pobres de Estación Central?, ¿Acaso no es lo mismo en los alrededores de la Penitenciaría de Santiago? ¿Qué dicen los vecinos del Barrio Universitario? ¿Qué pasa con los cités? ¿Puede alguna comuna ostentar que la delincuencia está controlada? Sinceramente, ninguna.
Con aquello de “Puente Asalto”, queda de manifiesto que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Y en el caso de Chilevisión, que tituló así uno de sus reportajes, está clara la importancia de que un periodista sepa tratar sus materias en forma adecuada. Dada la premura y las exigencias del editor, se cae en este tipo de errores, que tan caros han costado a hermosos parajes como Cartagena y ahora Puente Alto. Y aquello no contribuye a solucionar los problemas que originaron el estigma, sino a acentuarlos. Y así como se cuestiona la idoneidad de vivir o trabajar en dichos sitios, alguien que hilase más fino bien podría cuestionar la capacidad profesional del reportero autor de la infamia. Un comunicador que, dificulto se haya dado el trabajo de conocer en Cartagena Villa Lucía, las Viñas, Caleta Vieja o los Palacios y en Puente Alto, Las Vizcachas, el Shopping y las razones por las cuales es una de las comunas con mayor auge en el tema inmobiliario.
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